Pensamientos trascendentales durante el parto

Pensamientos trascendentales durante el parto - Pensamientos trascendentales durante el parto 1

Este artículo es una continuación de la historia de la noche del parto, así que recomendamos leer primero “El comienzo de una larga noche” y “¡Empuja!” (en ese orden).

Pensamiento trascendental #1

Siempre he pensado que las personas tienen dos tipos de conocimiento, el racional y el instintivo.

Uno racional que se va forjando con el paso de los años influido por tu entorno, por tu círculo cultural, por tu ámbito familiar y por tu experiencia.

El otro, el instintivo , el irracional, lleva milenios dentro de nosotros, curtido por siglos y siglos de evolución, de preservación de las especies, de supervivencia.

Puede ser que fuera porque Judit es madre primeriza, pero no me gusta descartar la otra posibilidad. Desde Navidades llevábamos preparando todo para la llegada del bebé.

El 17 de enero Judit fue a la ecografía de la semana 33. Allí le dieron un aviso, que los niveles de líquido amniótico estaban altos, pero que el bebé estaba bien. Las medidas tomadas al feto estaban por encima de los percentiles, pero tampoco una exageración.

Así que, salvo contrastar con otro ginecólogo las medidas, nos despreocupamos, ya que no había nada raro.

Gracias a que lo teníamos todo preparado en la semana 34, estábamos listos para este parto prematuro. Parto provocado por este exceso de líquido amniótico que provocó la rotura prematura de la bolsa.

¿Síndrome del nido?

Lo teníamos todo listo, hasta la cuna de colecho montada con sábanas y todo. El carricoche también lo habíamos comprado, pero nos lo iban a llevar ese lunes (Ángel nace el domingo).

La misma mañana que Judit rompió aguas, nos pusimos en contacto con la tienda para que nos mandaran el carro lo antes posible. Esa tarde, ya teníamos el carro en casa.

Absolutamente todo preparado y listo, hasta la maleta para el hospital, para un parto que se había adelantado 5 semanas.

Habrán quienes digan que era la emoción de ser padres lo que nos llevó a tenerlo todo listo antes de tiempo, el conocido síndrome del nido, pero normalmente, y según recomiendan las matronas que realizan las clases de preparación al parto, estas cosas se deben tener preparadas alrededor de la semana 36-37, por lo que pueda pasar.

Puede ser que el tener la habitación lista y todo comprado fuera un caso de síndrome del nido, pero lo de la maleta para el hospital ya chirría un poco.

¿Es posible que Judit supiera que se iba a adelantar el parto? No me refiero a su lado racional, sino al instinto maternal que la llevó a tenerlo todo controlado en una fecha que distaba mucho de las previsiones.

Otro aspecto que cambió esas últimas semanas fue que Judit comía con más apetito, más cantidad, sin preocuparse de si ella engordaría más o menos.

¿Es posible que estuviera espumando al feto para un posible parto inminente? ¿Ayudaría esto a evitar que el bebé pasara por la incubadora?

Este fue el primer pensamiento trascendental que tuve mientras Judit resoplaba y empujaba…

¡Más agua! ¡Más aire!

Mientras mi mente deambulaba, podía escuchar frases aleatorias y repetitivas.

De repente, una de esas frases me sacó de mi inopia.

Dame más agua.

Me dí la vuelta hacia la pila donde los médicos se lavaban las manos antes de hacer nada y cogí la botella de agua que tenía lista por si las moscas.

Cogí a Judit por la nuca y le dí un par de sorbitos. Antes de que me diera tiempo a dejar la botella…

¡Aire! ¡Hazme aire!

Y vuelta al mismo movimiento repetitivo que me tenía el hombro bastante cansado.

Pensamiento trascendental #2

Entre gemidos, consejos de los matrones, órdenes del ginecólogo y batir de abanico, mi mente esta vez se centró en el cuello de Judit.

Del esfuerzo que hacía con cada contracción se le había hinchado y estaba de color rojo carmesí. Dejaba ver todas y cada una de las venas y arterias que circulaban entre el cuerpo y la cabeza.

Jamás había visto a Judit hacer tal esfuerzo, y sinceramente, tampoco la creí capaz de aguantar tanto.

Es tan maravillosa la naturaleza humana. Es capaz de llevarte muy por encima de los límites

Maravilloso momento en el que está dando a luz, admiración plena por la capacidad de aguantar el sufrimiento, la capacidad de transformación física, sin desmerecer el esfuerzo y apoyo del equipo médico.

¿Quieres ver la cabeza?

Aquí mi mente, como si la hubiesen empujado por un barranco, volvió ipso facto a la realidad de la habitación.

Judit había dilatado al completo y el bebé estaba ya tan afuera que se le podía ver la parte superior de la cabeza.

Dí la vuelta a la camilla mientras el ginecólogo cogía el flexo de relojero gigante que colgaba del techo y lo enfocaba entre las piernas de Judit.

Inmediatamente me percaté de que aquellas pequeñas líneas oscuras que se dibujaban en su cabeza no eran venas, sino pelo. Además un pelo frondoso y oscuro que insinuaba unos pequeños rizos.

¿Pero no iba a nacer calvo y rubito?

Judit y yo nacimos los dos calvitos y muy, muy rubios, y hasta la fecha era lo que esperábamos. Imaginaos mi cara al verlo con pelo….

De repente toda imagen que tenia sobre mi bebé se desmoronó y no quise pensar más en si iba a nacer con el pelo oscuro y de punta como su tita.

Me volví a mi sitio, a seguir abanicando, como buen compañero de partos.

Pensamiento trascendental #3

Ya estaba cerca. A cada empujón, Ángel salía un poco más. El ginecólogo lo notaba y animaba en cada contracción a Judit.

Yo le veía la cara a Miguel Ángel, el ginecólogo, y cuando abría mucho los ojos también la animaba lo que podía.

De repente, un sentimiento de felicidad me inundó, hasta tal punto que se me encharcaron los ojos.

Todo estaba cobrando sentido

La ilusión que teníamos de ser padres, la transformación que estaba sufriendo Judit esa noche, todos los focos de atención en los detalles que indicaban un parto prematuro, la preparación del nido, el nexo que se estaba formando entre nosotros más fuerte que nunca…

Sentía una conexión total en ese momento con Judit. No podía sentir su dolor, pero sí podía sentir la felicidad que se iba despertando, que se iba abriendo paso entre sollozos.

Me estaba sintiendo tan feliz que pensaba que estaba rozando el culmen de la existencia. Había contribuido a darle la vida a un nuevo ser, que nos iba a acompañar en este mundo.

A partir de este momento había dejado de ver a Judit como una mujer, para empezar a verla como una Diosa, generadora de vida.

Es raro ver que en muchas culturas y religiones antiguas y menos populares, la mujer está por encima del hombre.

Y, sin embargo, en las más extendidas de la actualidad, religiones y culturas, la mujer queda muy por debajo, a pesar del hecho de que es ella la que nos da la vida a todos.

El sentido de la vida

Con todo este batiburrillo de ir y venir de ideas, llegué a la conclusión del que yo creo que es el sentido de la vida.

Todo ser viviente de este planeta existe porque ha nacido o ha sido generado a partir de otro ser. Y todo ser viviente, para preservar su especie, necesita sobrevivir y reproducirse.

Ya sea desde una semilla que germina con la ayuda del agua y el sol, o un óvulo fecundado que crece en el vientre de una mujer, todo necesita de un ser vivo previo para existir.

El sentido de la vida, el motivo por el cual estamos aquí, es para generar más vida, y yo estaba punto de ser partícipe de ese ciclo.

Ya casi estamos

Preparad el kit.

Esa frase me sacó de todo pensamiento para atarme, sin remedio, al nuevo ambiente de la habitación.

Habían entrado todos los matrones disponibles, dos pediatras, habían encendido la incubadora y, por el número de gente que había en la habitación, me temía que algo se estaba complicando.

¿Le falta mucho?

Preguntó Judit al ver a todas esas personas. Una matrona contestó graciosa:

¿Ves a estas dos chicas? Son las pediatras, y si están aquí es porque falta muy poco. No les gusta que les hagan perder el tiempo.

Eso nos tranquilizó bastante, pero lo del kit me traía mosqueado.

Necesitamos una ayudita

Vamos a ayudar un poco al peque, lo vamos a sacar con ventosa.

Esto me mosqueó, pero no demasiado.

Que el padre espere fuera.

Esto ya me mosqueó más. Me mosqueó y me preocupó muchísimo ¿No estaba ya casi fuera?

A partir de aquí, en el pasillo de los paritorios, invertí todo mi esfuerzo en evitar derrumbarme a llorar.

Si pasara algo con el pequeño, cualquier cosa mala, estaba seguro de que mi mundo se derrumbaría.

Los dos minutos, que a mi se me hicieron horas, los pasé mirando a un punto fijo e intentando dejar la mente en blanco.

Menos mal que la matrona salió rápido.

Ya está fuera

Entré corriendo en la habitación y justo lo vi salir. Estaba amoratado, untado en sangre, y era muy pequeñín.

Lo pusieron encima del pecho de Judit mientras ella aún estaba exhausta. Yo me coloqué a su lado.

Aun faltaba la última parte del parto, el alumbramiento o expulsión de la placenta, tienes que empujar un poco más.

A pesar de estar destrozada, Judit hizo un último esfuerzo.

Preguntaron si quería cortar el cordón, pero no me dio tiempo ni a reaccionar, el ginecólogo ya había colocado las pinzas y estaba cortándolo.

Rápidamente las pediatras se lo llevaron a la encimera de la izquierda y empezaron a hacerle las pruebas pertinentes.

Todo está bien. Ha pesado 2.680 kilogramos.

Vuelta a la calma

La alegría volvió a invadirme y todos mis miedos desaparecieron de inmediato.

Entoces, como si de un comando organizado se tratase, todo el mundo se puso manos a la obra a recoger, a salir de la habitación si ya habían terminado, y a limpiar.

Recordemos que Judit acababa de dar a luz de forma natural, sin epidural y sin episiotomía. Aun así el parto había tenido una leve repercusión.

Bueno Judit, te vamos a tener que poner dos puntitos.

Dijo el ginecólogo, que aún seguía con Judit. Un pequeño desgarro tras el parto, nada en comparación a un corte en el perineo o a una cesárea.

Poco a poco todos fueron saliendo de la sala y nos dejaron a los tres solos, descansando, por fin.

Final

Esta historia termina en el artículo “Una nueva vida“, ¡esperamos que la hayas disfrutado!

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